En un primer capítulo resolvimos las dudas de nuestro pequeño amigo relacionadas con el posible origen de la obesidad y la definimos para conocer los diferentes términos con los que se le relaciona y la definen.
Pero nuestro amigo es muy curioso y se ha fijado que su hermana y él, están engordando por diferentes zonas corporales y no se cansa de preguntarse el por qué él tiene más grasa en la “barriga” y su hermana en las caderas.
Por ello, en este segundo capítulo intentaremos seguir resolviendo sus dudas y es que la diferente distribución de depósitos de grasa entre hombres y mujeres tiene explicación, y esta explicación se encuentra en las diferencias fisiológicas.
Los depósitos subcutáneos de tejido adiposo blanco, encargados de almacenar el exceso de energía y situados justo debajo de la piel, representan desde un 80 – 90% de la grasa total del cuerpo, principalmente en las zonas subescapular, abdominal (en la cintura) y en las zonas de los glúteos y femorales (muslo).
Estos depósitos de tejido adiposo subcutáneo presentan diferencias específicas de localización para ambos sexos, almacenando el sexo femenino mayor porcentaje de grasa en la zona glúteo-femoral y siendo la zona abdominal donde el sexo masculino almacena mayor porcentaje de grasa, en comparación entre género. Otro ejemplo de esta localización diferenciada entre géneros son los depósitos intraabdominales, donde se encuentran tejidos adiposos viscerales que están asociados con los órganos digestivos. Estos tejidos adiposos viscerales drenan la sangre en la vena porta y representan 20.6% de la grasa corporal total, con valores más altos en los hombres que en las mujeres (Seidell, Oosterlee, Deurenberg, Hautvast yRuijs. 1988; Thomas, Saeed, Hajnal, Brynes, Goldstone, Frost G y Bell. 1998 citado por Karastergiou, Smith, Greenberg y Fried, 2012).
Además es sabido que en los seres humanos, incluso en la edad adulta, se poseen islas de tejido adiposo marrón, principalmente en la zona cervical supraclavicular / dorsal (Cypess, Lehman, Williams, Tal, Rodman, Goldfine, Kuo, Palmer, Tseng, Doria, Kolodny y Kahn, 2009; Lee, Greenfield, Ho, Fulham, 2010 citado por Karastergiou et al. 2012). Estos autores defienden que mientras la función de los tejidos adiposos blancos es almacenar el exceso de energía, la función de la grasa marrón es producir calor. Además Cypess et al. (2009), Lee et al. (2010) citado por Karastergiou et al. (2012) declaran que en las mujeres se encuentran mayores cantidades de este tejido marrón, pero las investigaciones son aún escasas y se necesita de más investigaciones para conocer la regulación de esta grasa y la susceptibilidad a la obesidad en hombres y mujeres.
Por lo general parece ser que para el índice de masa corporal (IMC) las mujeres presentan un 10% más de masa grasa corporal que los hombres (Womersley, Durnin, 1977; Jackson, Stanforth, Gagnon, Rankinen, Leon, Rao, Skinner, Bouchard, Wilmore, 2002 citado por Karastergiou et al. 2012). Y este mayor porcentaje graso perdurará para los restos de la vida, porque aunque con el envejecimiento se aumente el tejido graso en ambos sexos, de nuevo las mujeres poseerán mayores porcentajes de masa grasa (Gallagher, Visser, Sepúlveda, Pierson, Harris y Heymsfield, 1996 citado por Karastergiou et al. 2012)
Para Karastergiou et al. (2012) la pubertad es la etapa donde comienzan a apreciarse las primeras diferencias entre sexos, debido al diferente desarrollo experimentado por cada uno de ellos. En los niños la ganancia de peso es debida al aumento de la masa magra, mientras que en las niñas la ganancia de peso se debe a ganancias de masa grasa.
La adiposidad visceral se ve aumentada con la edad en ambos sexo aunque las razones son bien distintas. En el caso de las mujeres y como declara Toth, Tchernof, Sites yPoehlman, (2000); Lovejoy, Champagne, de Jonge, Xie y Smith, (2008) citado por Karastergiou et al. (2012) el aumento de la adiposidad visceral es consecuente a la caída de los niveles de estrógenos durante la transición a la menopausia. A partir de esta etapa la mujer sufre una redistribución del tejido graso pareciéndose a la del hombre, emparejándose así los riesgos relacionados con problemas metabólicos (Williams, 2004). Este aumento de adiposidad visceral también se produce en los hombres debido al descenso de la testosterona con el paso de los años (Allan, Strauss, Burger, Forbes y McLachla, 2008; Stevens, Katz yHuxley, 2010 citado por Karastergiou et al. 2012).
Unas de las explicaciones a la localización de diferentes zonas de mayor acúmulo de grasa entre sexos, es debida a que la lipólisis en reposo es significativamente superior (en alrededor de 40%) en mujeres (Nielsen, Guo, Ablu, Klein, O’Brien y Jensen, 2003 citado por Karastergiou et al. 2012). Esto es debido a que las mujeres son más dependientes de la oxidación de grasa que los hombres, también en los períodos de necesidades energéticas altas como durante la realización de ejercicio, sobre todo en la zona abdominal. Al contrario, los hombres utilizan carbohidratos como combustible energético (Karastergiou et al. 2012). A pesar de la acción anti-lipolítica de la insulina, las mujeres tienen mejor sensibilidad insulínica, a diferencia de los hombres (Williams, 2004).
Otra posible explicación a la distinta localización de grasa entre sexos es la aportada por Williams (2004) quien determina que puede deberse a la unión de las catecolaminas con los receptores β1, β2, β3 y α2. Siendo los receptores β los desencadenantes de la lipolisis, teniendo el receptor α2 el efecto contrario. Williams defiende que las mujeres, por lo general, presentan un mayor número de receptores α2 en la zona glúteo-femoral en comparación con los hombres, sucediendo lo mismo en los hombres pero en la zona abdominal.
Una tercera posible explicación para el acúmulo graso en estas zonas localizadas entre sexos, se debe a la circulación sanguínea. En mujeres la circulación sanguínea a la zona glútea en el período posterior a la comida es mayor. Esto favorece su tendencia al acúmulo graso de la zona. Pasa igual en hombres respecto a la zona abdominal. Esto se produce ya que el flujo sanguíneo supone un punto de inflexión en cuanto al transporte, uso y almacenamiento de grasas (Williamns, 2004). Pero para que esto suceda, los sujetos deben encontrarse en los rangos del normo peso, ya que en personas obesas no existen diferencias respecto al sexo en lo referente a la acumulación de grasa localizada.
Como ya se ha comentado, por norma general los hombres presentan mayor acumulación de tejido graso en la parte abdominal y siendo la zona glúteo-femoral la zona de mayor acumulación para las mujeres. Numerosas investigaciones otorgan que la grasa de la zona glúteo-femoral ejerce una acción protectora en las mujeres (Karastergiou et al. 2012).
Karastergiou et al. (2012) concluye con la idea de que la compleja interacción entre los factores genéticos, epigenéticos y hormonales determinan las diferencias de sexo en los fenotipo de grasas.
Bibliografía:
- Karastergiou, K., Smith, S., Greenberg, A., y Fried, S. (2012). Sex differences in human adipose tissues – the biology of pear shape. Biology of Sex Differences, 3:13.
- Williams. C. (2004). Lipid metabolism in women. Proceedings of the Nutrition Society, 63, 153–160.
Post escrito por: Daniel Aguilar