La prevención de lesiones es uno de los principales objetivos que, como profesión, hemos desarrollado en nuestras competencias. Una de nuestras responsabilidades es tratar de educar a nuestros entrenados para generar unos hábitos saludables, una relación adecuada con el ejercicio físico, y con una práctica segura que evite cualquier proceso de lesión, ¿pero es posible que no se llegue a producir ninguna?
Entendemos por lesión:
“todo daño corporal causado por un mecanismo directo o indirecto en una región anatómica, que cursa de modo agudo o crónico, manteniendo al sujeto fuera de su actividad cotidiana durante mínimo 24 horas, que puede provocar un deterioro de la capacidad funcional, de su competencia física o el final de su vida deportiva”
(Lalín, C. 2002)
Afectando no sólo anímicamente a los principales lesionados, las personas, sino económicamente a clubes, aseguradoras, salud pública, etc. En función de si está repercute a la práctica deportiva o la salud laboral.
Mucho dinero se invierte anualmente en el estudio de estos factores o mecanismos de lesión pero, pese a ello, sigue existiendo una incidencia lesional anual relevante, por lo que el estudio y la intervención está evolucionando en los últimos años, alejándose de los protocolos basados en la inclusión de un determinado ejercicio o no, o la aplicación descontextualizada de una serie de ejercicios.
Estos enfoques, considerados “reduccionistas”, tratan de simplificar un evento complejo, como es la lesión, para facilitar su entendimiento y su intervención, pero en muchas ocasiones dejan de lado la interacciones complejas y no lineales que se da entre determinantes de lesión, el estado en el que se encuentra la persona en el momento de la misma, o que hay determinados eventos desencadenantes que no son predecibles y cuya prevención no es posible.
Estos últimos años estudios como los de Ruddy JD (2019), Bittencourt (2016), o Pol (2018) han puesto de manifiesto la importancia de saber elaborar una adecuada red de determinantes y tener en cuenta factores biopsicosociales, manejo de carga, estado anímico, etc. a la hora de plantear un plan de prevención.
¿Esto quiere decir que debemos eliminar estos enfoques sobre factores de riesgo?
No, de hecho, los enfoques reduccionistas pueden ayudarnos a identificarlos elementos individuales a tener en cuenta en el desarrollo de nuestra red de determinantes, pero la lesión emerge cómo resultado de interacciones complejas y no-lineales. Esta relación puede verse en el siguiente gráfico, dónde la red de determinantes de lesión, determina un perfil de riesgo que cuando se somete a un evento desencadenante de la mismo, puede derivar en dos escenarios, lesión o no lesión, y en ambos casos, esto impacta en el propio individuo dándose procesos adaptativos.
¿Esto quiere decir que no podemos prevenir lesiones?
Rotundamente no, hay que diferenciar entre prevenir lesiones de predecirla. Nuestro trabajo es identificar que determinantes de lesión pueden situar a nuestro deportista en un estado de susceptibilidad mayor, y trabajar para tratar de acercar el riesgo de lesión lo más cercano a 0.
¿Qué estrategias resultan efectivas para la prevención?
“el mejor programa de prevención de lesiones para un deportista es un programa de fuerza bien pautado”. Nico Maidana, reconocido preparador físico de Club Nacional, lo lleva un paso más allá “Las lesiones no se previenen entrenando con gomitas. el riesgo disminuye moviéndose bien, dominando patrones movimiento, teniendo una vida ordenada y exponiendo a altas cargas cuándo se puede”.
Ben Griffin
El trabajo de fuerza es un elemento clave en el trabajo de prevención de lesiones (Laursen, 2018; Brunner, 2018), al igual que el trabajo basado en calidad de movimiento (Agilidad, fuerza, skills y pliometría) con mayor variedad y adaptado al contexto específico de trabajo (Huarg YL. 2020). También es necesario no atender sólo a parámetros de rendimiento, el manejo de la carga de entrenamiento también cobra importancia en las propuestas de prevención (Gabbett, 2018) y por último tener en cuenta tener en cuenta predictores psicológicos (Slimani, 2018) como el manejo del estrés, la higiene del sueño, la atención plena, el control de la ansiedad para que nuestros entrenados puedan tener mayor probabilidad de superar con éxito los eventos desencadenantes que se produzcan.